I

Siempre pensé
medir cada minuto
al estilo alfarero
hasta que me tatuaron
guarismos de papel
en un trozo de sombra
que guardo en el bolsillo
y lo presento
a funcionarios
que pretenden saberlo todo.

Es verdad que mi nombre ya no basta,
ni mi sonrisa
ni el sur de los aviones,

mi rostro ya no es bello
ni sé llorar
desde hace muchos años.

Mas siempre habrá una voz
de niño que nos pida
enterrar nuestras lágrimas
y alejarnos de ofrendas.

Sucede que la historia no tiene penumbras,
sino sucesos lineales,

ad infinitum.

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