REFLEXIÓN 4: LA TRASCENDENCIA DE LA LUZ

REFLEXIÓN 4: LA TRASCENDENCIA DE LA LUZ

Se acercan los días del invierno con sus pocas horas de escasa luz natural tan imprescindible para los pintores. Me cuesta trabajar con luz poco intensa. Necesito que sea potente para ver mejor lo que hago y quede por hacer. Creo que a medida que pasan los años, se valora cada vez más esa importancia. No es igual la vida con luz natural que con luz artificial. Con la luz natural todo es más vivencial, más atmosférico y puedo gozar del control de las distancias, de los ángulos respecto al plano que estoy elaborando. En cambio, con la artificial todo es como más contenido, más puntual y mi radio de acción se reduce a dar palos de ciego en el color y a una mayor insistencia en los detalles que no sé bien si repercutirán en un mayor o menor impacto de la imagen. Por eso, me cuesta bastante trabajar de noche, que es cuando me dedico a la lectura y a la Poesía.

Contaros las decepciones y chascos que me he encontrado al levantarme después de trabajar de noche, darían para un libro entero. No sólo en color sino también en forma, e incluso en línea y dibujo. Es difícil contarlo así, con palabras y sin vídeos en medio. Recuerdo que Juan Fernando de la Iglesia, mi profesor de Conceptos de Historia del Arte en mi facultad, tenía la teoría de que los artistas e incluso épocas se veían condicionadas por sus respectivas actitudes ante la percepción de la Naturaleza. Según su extraño corolario, habría civilizaciones diurnas (ejemplo, la romana), vespertinas (ejemplo, la visigoda) y nocturnas (ejemplo, la babilonia). Y también artistas así, pondré ejemplos famosos: Picasso solía trabajar de noche (ya se sabe, su gusto por los planos y las líneas), Renoir por las mañanas (parece ser que le gustaba mucho la luz filtrada de mediodía), a Van Gogh todo eso parecía darle igual (tenía el misticismo como dogma claro en su cabeza), Eduardo Naranjo no puede pintar en los días de lluvia (eso dice).

¿A quién le importa las horas a las que trabajes cada día? La gente quiere resultados, olvidar sus problemas, oler y sentir arte. El fin justifica los medios. No hay que darle más vueltas.

De vez en cuando, quizás convenga pintar con los ojos cerrados.  

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