REFLEXIÓN 6: Amalia Avia

REFLEXIÓN 6: SOBRE AMALIA AVIA

En estas fechas actuales tenemos la gran exposición antológica de Amalia Avia en la sala de Alcalá 31, titulada “El Japón de los Ángeles”. Artista de línea figurativa, muy coherente con sus ideas y forma de pensar. Nunca he visto a nadie que desde sus primeras obras utilice la misma paleta, el mismo dibujo y los mismos temas. Nació pintora de pie, con las ideas claras, sin dejarse influir por nadie ni por escuelas ni tendencias. Incluso su forma de trabajar difería de sus compañeros de generación del Realismo español de la segunda mitad del siglo XX, tan partidarios de pintar al natural y de apoyarse en documentación fotográfica como complemento. No, Amalia prefería tomar sus fotos y notas necesarias y luego pintaba en el estudio directamente a partir de las fotografías. Siempre paisajes urbanos, siempre fachadas y composiciones con formas ortogonales. Y paleta limitada a grises, blancos y negros; para nada mediterránea.

También creo captar limitaciones en la obra de Amalia que no pudo superar en su evolución tan lineal y coherente. Nunca usaba reglas ni plantillas para rotular letras, con lo cual los resultados eran un tanto irregulares en cuanto a calidad. Y por otra parte, le costaba bastante esfuerzo representar figuras en estampados en perspectiva lateral.

Pero en el arte, ¿qué importan los defectos si pueden garantizar atractivos visuales a las obras? Creo que esto le alejaba de sus compañeros realistas más perfeccionistas. Sin embargo, ¡qué vida respira en esa atmósfera triste de las telas! No es la tristeza de la gran pintora ni la tristeza de los colores sino tristeza circunstancial de unas imágenes en ciertos momentos del día en que las formas amenazan con borrarse bajo cortinas tormentosas. Son obras llenas de vitalidad y esperanza. Nos invitan a entrar en ellas automáticamente porque reduce las distancias intencionadamente y somos así envueltos en esta atmósfera tan particular de sus ambientes. La soledad es bella y así se ve en los protagonistas que apenas se comunican, Amalia Avia transmite la veracidad de la vida cotidiana madrileña.

Por tanto, no me parece obra triste ni melancólica sino testimonial y directa de unos tiempos difíciles en los que como denunciaba Fernando Arrabal, la infelicidad se transmitía desde las altas esferas a la población. Y creo que eso mismo pretendía subrayar nuestra autora en sus aportaciones al realismo social de la época.

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